Fundida, entre rocas erosionadas en mi piel, difusa
entre el sol tragado por el mar...imaginé como la naturaleza se aliaba y se
disolvía conmigo, haciéndonos uno, fuerte y poderoso.
Quizás fue en ése momento en el que me entregué al
eterno devenir, en el que hice que unos ojos curiosos y divertidos penetraran
en un mundo sin fin. Cuando creí que mi invierno se había facturado, en
realidad lo que estaba era fracturado, partido en dos. Lo que quería y lo que
tenía. Lo que se alejaba y lo que se acercaba. Lo que volaba y lo que soñaba.
Lo que se construyó y lo que se derribo...
Y sin más, el tiempo lleva y trae la monotonía, que remolca
las palabras con rastrillos segunderos, marcadores de la felicidad y de la
desdicha.
El tiempo juega con mis latidos y los acelera o los
paraliza a su antojo. Hace, deshace, esparce y desordena, y a veces se me
escapa entre los dedos, como si fuera líquido. Me empapa, se me pega al cuerpo,
para correr por él y tras él, sin dejarlo escapar.
El sentido de las palabras se va perdiendo, para luego
coger carrerilla y envalentonarse. Se atreve a hacerme frente, bravo y sereno,
manso y resuelto. Haciendo escollos de mis resortes, trinchera de mi
devastación.
Y cuando me alojo entre las cuatro paredes desnudas,
en la oscuridad, ahí está perfecto, en su rincón penumbroso, estático,
caótico...distante, cóncavo...se acerca a mi mejilla, me la acaricia, y se
acomoda en mi almohada.
Él, al acecho. Yo, escondiéndome entre cortinas
raídas. Y siempre me localiza.
Me suspendo en el aire. Me asfixio. Me aprisiono. Me
rodeo.
Y la malévola Caja de Pandora, se abre de golpe, y un
cúmulo de imágenes empieza a ametrallarme, carentes de cualquier clemencia,
dispuestas a buscar cada resonancia de mi cuerpo para hacer eco, empujando a mi
subconsciente.
Silencio. Caída libre. Unos ojos secos. Unas manos
temblorosas. Y un grito, desgarrado, saliendo de las tripas, que me rompe y
hace mil añicos mi terror nocturno.
Abro los ojos y veo como una ola se abalanza ante mí, me atrapa para llevarme al ocaso de
nuevo, al sol que luego se tragará sin masticar, del que yo me nutro. Por el
que vivo. Y de nuevo, una sonrisa vuelve a nacer de mi ombligo, mientras unos
pies descalzos, se alejan de mí, sin mirar hacia atrás.
Eso nunca...
Tiempo, Sol, Silencios, Escondites... Buena combinación para volar y soñar como dices. Me gusta.
ResponderEliminarEs lo único que se necesita no??un buen escondite, por poco tiempo, a ser posible con un buen sol y con momentos de silencios oportunos...y si ya vuelas para llegar al sueño...jajaja, ni te cuento!señal de que andas "lejos". Gracias!!!
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