Ludovico de Luigi

Yo, yo vivo aterrado pensando en el día que me comprendan porque esto querrá decir que soy como ellos. Y será el fin de mi vida, porque toda la vida he querido que no me entiendan...(Ludovico da Luigi)



sábado, 21 de abril de 2012

El trasero de un sueño


El ineludible motivo por el que alzar vuelo,
linda sonrisa que divisaste entre cientos de ellas,
la alianza que se tejió entre su boca y tu oído
y el botón de cancelación en cada momento.

Hormigas se retuercen en cada milímetro de mis vértices,
el disfraz me acompañó  aun cuando perdí el antifaz.
Nos deslizamos, enredados, camino abajo,
incómoda postura pasando a la posterioridad…

Llegó la invitación de abandonar el escondite,
rezos penitenciarios con una biblia de motivos entre manos,
el castigo de la flaqueza no se vuelve contra ti,
un faro de trazos alerta camino perdido.

Una canción suena entre un contigo y un conmigo,
un encantamiento sin perdices,
una poesía que ganó al ritmo de la pereza,
escribe la historia con fin que no tiene vez.

La propina de brindar una noche tras otra,
la promesa de una eterna obediencia
con el veto de una boca empeñada en el nunca,
mientras empaquetas un invierno ancestral.

Un grito se ahoga nocturno en un coche,
brillo ensordecedor que recuerda, un camino
un país, una noche, un rincón, un momento
y un espejo dispara el flash del blanco que cazar.

El abrigo del insomnio arropando,
los pecados prohibidos de un viaje sin fin,
de un camino de paradas, memorable,
y la ternura de las manos que te acogieron.

La soledad de las noches que disfrutaron ellas,
las frases que no se dijeron, que no se escribieron,
los instantes que no se filmaron, la larga espera…
y un reloj que se paró en el alejamiento furtivo.

Ahora mis segundos juegan con tu dirección,
mis dedos se funden en letras, buscándote entre ellas…
un susurro de aire se acomoda en el pliegue de tu silencio.
Vuelve…

sábado, 7 de abril de 2012

Cronológica


Fundida, entre rocas erosionadas en mi piel, difusa entre el sol tragado por el mar...imaginé como la naturaleza se aliaba y se disolvía conmigo, haciéndonos uno, fuerte y poderoso.

Quizás fue en ése momento en el que me entregué al eterno devenir, en el que hice que unos ojos curiosos y divertidos penetraran en un mundo sin fin. Cuando creí que mi invierno se había facturado, en realidad lo que estaba era fracturado, partido en dos. Lo que quería y lo que tenía. Lo que se alejaba y lo que se acercaba. Lo que volaba y lo que soñaba. Lo que se construyó y lo que se derribo...

Y sin más, el tiempo lleva y trae la monotonía, que remolca las palabras con rastrillos segunderos, marcadores de la felicidad y de la desdicha.

El tiempo juega con mis latidos y los acelera o los paraliza a su antojo. Hace, deshace, esparce y desordena, y a veces se me escapa entre los dedos, como si fuera líquido. Me empapa, se me pega al cuerpo, para correr por él y tras él, sin dejarlo escapar.

El sentido de las palabras se va perdiendo, para luego coger carrerilla y envalentonarse. Se atreve a hacerme frente, bravo y sereno, manso y resuelto. Haciendo escollos de mis resortes, trinchera de mi devastación.

Y cuando me alojo entre las cuatro paredes desnudas, en la oscuridad, ahí está perfecto, en su rincón penumbroso, estático, caótico...distante, cóncavo...se acerca a mi mejilla, me la acaricia, y se acomoda en mi almohada.

Él, al acecho. Yo, escondiéndome entre cortinas raídas. Y siempre me localiza.

Me suspendo en el aire. Me asfixio. Me aprisiono. Me rodeo.

Y la malévola Caja de Pandora, se abre de golpe, y un cúmulo de imágenes empieza a ametrallarme, carentes de cualquier clemencia, dispuestas a buscar cada resonancia de mi cuerpo para hacer eco, empujando a mi subconsciente.

Silencio. Caída libre. Unos ojos secos. Unas manos temblorosas. Y un grito, desgarrado, saliendo de las tripas, que me rompe y hace mil añicos mi terror nocturno.

Abro los ojos y veo como una ola se abalanza  ante mí, me atrapa para llevarme al ocaso de nuevo, al sol que luego se tragará sin masticar, del que yo me nutro. Por el que vivo. Y de nuevo, una sonrisa vuelve a nacer de mi ombligo, mientras unos pies descalzos, se alejan de mí, sin mirar hacia atrás.

Eso nunca...